Mirada en la oscuridad

Fotografía que muestra el desnudo de una mujer sentada en el suelo y cubierta con unas transparentes cortinas

Fotógrafos ciegos. Parece una paradoja, sin embargo, los hay y su trabajo es tan valorado que algunos de ellos han expuesto sus fotos en el Louvre o la Tate Gallery. Uno de sus exponentes más exitosos es Evgen Bavcar, quien fue entrevistado en París y define su arte como una nueva forma de mirar.

Evgen Bavcar quedó completamente ciego antes de cumplir los 12 años. Dos accidentes consecutivos, primero con la rama de un árbol y luego con una mina abandonada de la Segunda Guerra Mundial, lo dejaron a oscuras en Lokavek, un pueblo cercano a Venecia, en su Eslovenia natal. A los 26 llegó a París y se doctoró en Filosofía de la Estética en la Sorbonne. En esta ciudad se hizo artista conceptual, fotógrafo y filósofo. Entre sus innumerables medallas le encanta la que obtuvo en 1988, cuando fue nombrado «Fotógrafo Oficial del Mes de la Fotografía de la Ciudad Luz». Desde entonces, su trabajo ha sido ampliamente exhibido en el mundo.

Bavcar es considerado por sus pares franceses como el cuarto inventor de la fotografía después de Daguerre, Niepce y Fox Talbot. Un maestro de maestros.

Para este fotógrafo invidente, el goce consiste en atesorar impresiones de un mundo que no le pertenece: el mundo visible. Dice que su motivación por captar imágenes no son las ganas de volver a ver, si no descubrir nuevas formas de mirar.

Según él, por siglos, los ciegos han sido los más perfectos modelos de quienes ven. Modelos absolutos, dice. Porque como no pueden devolver la mirada, salvo con el truco del espejito, están a plena disposición e interpretación de la mirada de quien los observa, impunemente. En cambio, un ciego que es fotógrafo sí puede hacer una contramirada y «la observación del vidente ya no será gratuita». «Tú me miras y yo te devuelvo la mirada con mi equipo fotográfico», sentencia.

Algunas fotos suyas son bellos desnudos de mujeres. Dice que no necesita tocar a las modelos para saber cómo lucen. Que sólo necesita acercarse y escucharlas, a ellas sólo las escucha hablar. Se lleva su pequeña cámara digital a la altura de la boca, mide la distancia escuchando el sonido de la voz, capta la proveniencia de luz con sus mejillas, pone el foco en automático y dispara. «Los fotógrafos videntes se atemorizan de un fotógrafo ciego, porque les demuestra lo ciegos que son ellos mismos, aunque los ojos les funcionen perfectamente», dice Bavcar.

Cuando trabaja con sus modelos en estudio, ilumina con luces portátiles que regula a través del calor. Para componer las tonalidades de color utiliza un espectrofotómetro, un instrumento que mide las frecuencias de los tonos. La ayuda externa que requiere es mínima, no más que la que utiliza cualquier fotógrafo profesional.

La siguiente duda es: una vez hechas las fotos, ¿cómo sabe cuál interpreta sus deseos y cuál no? «Es muy simple», dice, y explica que las elige poniendo al frente del computador, en momentos distintos, a entre siete y 12 personas para que se las describan, exhaustivamente, con todo detalle. A partir de esos relatos, se hace su propia imagen mental y luego las selecciona según la coincidencia de la foto con la imagen que él había pensado antes de disparar. «Entre ver y desear una imagen no hay mucha diferencia», afirma.

Si el mundo de las fotos de Bavcar está más cercano al de la fantasía o la creación de imágenes, hay otros fotógrafos ciegos que están más cerca del registro documental. La estadounidense Annie Hesse, por ejemplo, recorrió el mundo sola viéndolo únicamente en sombras, hizo fotos de grupos rock que la fascinaban y las vendió a revistas inglesas sin que se enteraran de que ella era ciega. Hoy se dedica a captar detalles de la naturaleza con su cámara: musgo, piedrecillas, corteza de árboles.

En España, Carme Ollé, una señora mayor catalana, quedó ciega por una retinitis aguda. Entonces, decidió que su vida cambiaría si tomaba una cámara y salía a captar la naturaleza. Un día de sol en Barcelona sale a hacer fotos de su especialidad: los reflejos en el agua. Con una técnica parecida a la de Bavcar, aunque con una cámara analógica, se planta en la orilla de la laguna de un parque, cara al viento, para así saber qué volúmenes dibujará el aire al pasar por el agua. Apenas siente en su cuello que el sol está a sus espaldas, se aboca apasionada a cazar los reflejos múltiples que salen de la laguna.

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Fuente: El Semanal

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