Durante años, los médicos le dijeron a Milena Channing que había quedado completamente ciega después de un infarto cerebral. Pero un día empezó a ver algo muy concreto. Algo que según los doctores no era posible.
“Lo último que recuerdo es estar aquí, tumbada en mi cama, poco antes de que me desmayara y me llevaran al hospital. Cuando desperté todo estaba oscuro, el mundo se había vuelto negro, completamente negro”.
Cuando tenía 29 años Milena Channing sufrió un ictus cerebral que la dejó completamente ciega. Sus ojos estaban bien pero un daño en su corteza visual, la zona que recibe y procesa la información procedente de los ojos, hacía imposible la visión. Desde aquel día todo se oscureció para ella con una extraña excepción: creía ver formas vagas siluetas, chispazos y luces cuando las cosas estaban en movimiento.
Un día, mientras tomaba un baño poco después del incidente que la convirtió en invidente en el año 2000, vio el agua moverse bajo sus pies. Aquello era extraño y los doctores a quienes consultó le dijeron que esas formas desdibujadas eran tan solo un producto de su imaginación, reminiscencias de cuando podía ver.
Como cuenta Lulu Miller en NPR, Milena afirmaba que también podía ver la lluvia. En la noche, bajo el cielo oscuro, no solo sentía caer la lluvia, ella veía lo que pensaba eran las trazas reales de las gotas descendiendo veloces hacia el parabrisas del coche que conducía su marido.
Más médicos, más pruebas. Nada.
Pero para ella el fenómeno se hacía cada vez más recurrente y concreto. El vapor de agua de su café caliente. La fregona haciendo zigzag sobre el piso de la cocina mientras limpiaba.
Más médicos, más test, más resonancias magnéticas funcionales. El tiempo pasa y todos los doctores consultados concuerdan: “estás ciega, eso es todo, no le des más vueltas”.
Decepcionada y con la firme convicción de que sus visiones eran reales, Milena siguió en su empeño de encontrar a alguien que le creyera, hasta dar con Gordon Dutton, un oftalmólogo de Glasgow, que le contó una historia sobre un soldado en la Primera Guerra Mundial y un extraño síndrome conocido como “el fenómeno Riddoch”.
El nombre proviene de Georges Riddoch, un oficial médico de la Royal Army que durante la Gran Guerra trató a varios soldados que, como consecuencia de heridas de batalla, habían perdido la vista. Entre los pacientes de este doctor se encontraba el peculiar caso de un combatiente que, a pesar de haber quedado totalmente ciego, podía ver objetos siempre que estuviesen en movimiento.
El doctor Dutton, tras la historia le prescribió un tratamiento sorprendente: una butaca mecedora. Si solo podía ver objetos en movimiento quizá valiera la pena intentarlo al revés y probar a ver un mundo estático cuando la que se movía era ella.
¡Funcionó!
Durante los siguientes meses y utilizando la mecedora o moviendo de un lado a otro su cabeza, Ms. Channing comenzó a ver formas estáticas, figuras e incluso siluetas de personas.
Cinco años después de su ictus, docenas de visitas a especialistas y tras numerosos viajes en busca de una respuesta a sus visiones, Milena terminó en manos de un equipo especializado de neurocientíficos del Culham Lab en Canadá que encontraron la solución a este intrigante puzzle.
Resulta que un área de su corteza cerebral, la zona reservada específicamente para procesar el movimiento (área visual MT) se había conservado intacta. A pesar de que su corteza visual primaria no procesaba la información procedente de la vista, de algún modo, sí era capaz de registrar en parte objetos en movimiento.
Han pasado quince años desde aquel lejano ictus que la dejó invidente y la vida de Milena ha cambiado notablemente. Es capaz de detectar objetos, esquivar obstáculos e intuir el mundo que la rodea. Sigue viendo la lluvia y aunque ya puede reconocer formas y siluetas de personas, aún no puede ver la cara de su hija.
Fuente: vozpopuli.com